viernes, 22 de junio de 2012

Lo que Todos Queremos, mes de Cancer

Si somos capaces de escuchar la voz que surge del trasfondo de las crisis, ya sean personales, nacionales o internacionales, escucharemos el mismo anhelo: “queremos vivir en paz, queremos ser felices, queremos armonía, queremos que se respeten los derechos humanos…” ¿Cómo puede ser que un deseo tan básico y común pueda ser tan elusivo, que si todos queremos lo mismo, no lo hayamos podido conseguir? Creo que el drama de nuestra humanidad radica en que buscamos solucionar los problemas con la creencia inadecuada, la misma que los ocasionó, la que piensa que las cosas se resuelven cuando unos ganan y otros pierden, la que divide a la humanidad en dos bandos: los buenos y los malos, y hasta la vida más allá de la muerte en cielo e infierno. Las instituciones por las cuales administramos la vida en el planeta están modeladas de acuerdo a este viejo paradigma. ¿Cómo pueden surgir las correctas relaciones fuera de su contexto natural que es el hecho de que todos somos hermanos con los mismo derechos y obligaciones? No lo creo posible. La fraternidad se asienta en la esencia misma del ser. Y cuando nos dividimos entre buenos y malos, cultos e incultos, desarrollados y subdesarrollados, lo único que estamos haciendo es agravar el problema. Dentro del contexto de la cultura de la competencia, no creo que podamos encontrar las soluciones a los problemas que hoy enfrenta la humanidad. Nunca entendí el porqué cuando a una persona se le presta dinero y no puede pagar, en vez de ayudarla, se le cobran más intereses disminuyendo las posibilidades para que cumpla con su compromiso. Esto es igual a cuando una persona que se está hundiendo en el mar, en vez de darle un flotador le tiramos una piedra... ¡se va a hundir más rápido! Cuando esto se hace con las naciones, obligándolas a pagar deudas que son impagables debido a los intereses acumulados, aumentándoles la deuda, aplicando más intereses y condenando a gran parte de sus habitantes al hambre y la miseria, ¿acaso no es un acto criminal? Entonces pienso que lo que tenemos que cambiar está en la mente. Y ahí, todos tenemos poder. La Era de Acuario nos pide un cambio de creencias, de cultura, de forma de vivir, porque la administración de la vida como la tenemos no responde a lo que queremos. Hemos desarrollado la capacidad de destruir la Tierra, ¡con todas sus bellezas y sus riquezas! Somos como el necio que, sentado sobre una hermosa rama, la corta; sin darse cuenta que caerá al abismo con ella. Buscamos la paz, hablamos de la paz, la idealizamos pero cuando consideramos aceptables medidas que no contemplan el derecho de comer de los pueblos, sembramos las semillas de la guerra. Y seguimos tan campantes, sin considerar que el problema está en el sistema que hemos creado para administrar la vida, hasta que la crisis planetaria nos afecte personalmente y la veamos cara a cara, o... de repente... por la luz que hoy llega a raudales, descubramos que somos hermanos y se produzca un verdadero cambio en la conciencia. Y ese descubrimiento es el más importante que nos toca hacer. Y aunque es un hecho conocido y aceptado a nivel intelectual por casi toda la humanidad, no se ha convertido en conocimiento verdadero porque no lo tenemos incorporado a nuestra conducta. Cristo nos enseñó que todos somos hermanos, todos hijos de un mismo Padre, y nos dejó la regla de oro de la conducta humana que esta escrita en uno de los muros de las Naciones Unidas, "no le hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti." Así está la clave. Es tan sencilla, es hermoso recitarla, pero si no se expresa a través de la conducta, somos loros que repiten y repiten y no sabed de qué hablan. Hay que tener en cuenta que hace sólo 67 años que, con la fundación de las Naciones Unidas, hemos declarado que la guerra no nos sirve, que queremos vivir en un mundo de paz. Y, ¿cuántos miles de años llevamos en el planeta resolviendo los problemas con la violencia, con la guerra, con el “yo gano y tú pierdes”? Necesitamos encontrar la zona en nuestra conciencia desde donde surja la buena voluntad como algo natural, porque es lo único capaz de construir una cultura de paz. El reto de nuestro tiempo radica en el descubrimiento de nosotros mismos, de nuestra divinidad esencial, de aquello que nos hace verdaderamente humanos, nuestra Alma Inmortal. Y ¿cómo encontrarnos a nosotros mismos, cómo descubrirnos? Todas las escuelas espirituales nos enseñan un camino. Te ofrezco el del atajo, el que practico aunque no siempre me sale bien, pero lo hago con empeño porque estoy convencida que es el más rápido, y como la Nueva Era está llegando con toda su luz y su potencia, es mejor apurarse. Descubrirse uno mismo entraña una de las más grandes paradojas de la vida porque es necesario el olvido de uno mismo. Me preguntarás, ¿cómo me puedo encontrar si me olvido de mí mismo? Porque cuando piensas en ti, te enfocas en tus intereses, en tus deseos personales y te quedas en las zonas que menos reflejan tu verdadera esencia. Allí la visión se nubla por el vapor que producen tus deseos egoístas. Ves muy bien al personaje temporal que te ha tocado jugar en esta vida, su nombre, su profesión, etc., pero no te ves a ti, al hijo de Dios, la conciencia inmortal. Entonces, ¿qué puedes hacer? Aquí hay un truco muy bueno. Como todos somos hermanos y compartimos la misma naturaleza interna – así como la comparten dos gotas de agua del mismo océano - cuando te buscas en tu hermano, te ves mucho mejor, porque al quitar la mirada de tu pequeña persona, ya nada tapa tu verdad interna y puedes verte. A través de la mirada de tu hermano, ves tu divinidad esencial, a través del alma de tu hermano llegas a tu alma. Es un atajo. Se llama el camino del Corazón, porque es el amor el que lo permite. Cuando buscas descubrir lo mejor de los demás, de alguna manera descubres lo mejor de ti. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Cuando descubres tu divinidad esencial, la buena voluntad aflora sin esfuerzos, como el agua del manantial que, fluyendo libre, enriquece todo lo que toca porque el corazón humano es esencialmente bueno. Y la buena voluntad promueve las correctas relaciones que nos darán el mundo que todos anhelamos. Somos el problema, pero también somos la solución. Construiremos juntos, porque es nuestro destino, un nuevo sistema basado en el respeto, la cooperación, el amor fraternal, las correctas relaciones y la paz, y lo haremos en el auto descubrimiento de nuestra divinidad esencial. Tú y yo somos Uno. Con el amor de siempre, inmenso, eterno… Carmen Santiago

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