miércoles, 3 de octubre de 2012
La Práctica del No Juzgar
Para practicar el no juzgar, debemos trascender nuestras limitadas creencias, incluso las que tenemos sobre el bien y el mal.
Le damos un sentido al mundo al juzgar las situaciones como «buenas» o «malas» de acuerdo a reglas definidas por nuestra cultura. Estas reglas constituyen nuestro código moral. Pero un Guardián de la Tierra es amoral. Eso no quiere decir que sea inmoral, sino que simplemente no se rige por tradiciones. El Guardián cree que es importante desprenderse de este tipo de juicios y mantener su capacidad de discernimiento.
Cuando practicas el no juzgar, te niegas a seguir automáticamente la opinión de los demás en cualquier situación. Al hacer esto, comienzas a tener un sentido de la ética que trasciende las tradiciones de nuestro tiempo. Esto es importante hoy en día, cuando las imágenes de los medios de comunicación se han convertido en algo más convincente que la realidad, y nuestros valores –libertad, amor, etcétera- son reducidos a eslóganes y palabras vacías.
Cuando te niegas a colaborar con la visión consensual, adquieres una perspectiva diferente. Descubres lo que la libertad significa para ti a nivel personal, y que no es lo que cuentan los políticos en sus bien ensayados discursos. Comprendes que la libertad es mucho más que poder elegir entre varios modelos de coches o entre opciones de un menú.
Nuestros juicios son suposiciones que están basadas en lo que hemos aprendido y en lo que nos han contado. Por ejemplo la mayoría de nosotros cree que el cáncer es una enfermedad mortal, de modo que si el doctor nos dice que la padecemos, nos quedamos aterrorizados. Sin embargo, si practicamos el no juzgar, rechazamos la creencia automática de que esto significa que vamos a tener que luchar por nuestra vida. Podemos estar de acuerdo en seguir el tratamiento que nuestro médico recomienda, pero no aceptamos el hecho de que tenemos unas probabilidades de recuperación del 1 al 99%. No calificamos nuestras posibilidades de supervivencia, sean éstas buenas o malas, ni tampoco les consignamos ningún número, porque eso sería entregar nuestro destino a las estadísticas. En lugar de eso, lidiamos con el problema que tenemos entre manos, no sólo desde el nivel literal de nuestro cuerpo, sino desde el nivel de percepción más elevado que podamos. Nos permitimos aceptar lo desconocido, junto con sus infinitas posibilidades.
Hace algunos años, por ejemplo, a un amigo mío se le diagnosticó cáncer de próstata. Afortunadamente, en esa época el vivía con un curandero, quien le dijo: «No tienes cáncer; tus radiografías sólo muestran algunas manchas que con el tiempo se curarán». Al cabo de un mes, esas manchas pudieron ser sanadas.
Si mi amigo hubiese calificado esas manchas como «cancerosas» y tejido una historia en torno a ellas, se habría convertido en un «paciente de cáncer». Si hubiese aceptado esta historia literal sobre su enfermedad, estaría condenado a convertirse en una estadística –en su caso, a formar parte del 40% de los pacientes que se cura o del 60% que no lo hace. Sus posibilidades se habrían reducido para convertirse en probabilidades, porque, al saber que llevaba las de perder, no habría sido capaz de imaginarse dentro del 40% de los que se curan. Por eso les enseño a mis alumnos a trabajar con sus clientes antes de que éstos reciban los resultados de la biopsia, antes de que las manchas que aparecen en las radiografías reciban un nombre y que la historia del «cáncer mortal» quede grabada en su mente y se convierta en una profecía que se cumple a sí misma.
Recientemente, una mujer llamada Alyce llamó para pedir consulta con Marcela, que forma parte de nuestro personal. Alyce se había hecho una mamografía y se le había encontrado un bulto en un pecho. Marcela le preguntó si quería que comenzara a trabajar con ella antes de la biopsia, para intentar influenciar los resultados, o si prefería esperar hasta después. Alyce eligió la primera opción. A la semana siguiente, recibió una llamada de su médico. Este le dijo que habían cometido un error, ¡habían confundido su mamografía con la de otra persona, y la suya era perfectamente normal! De modo que nuestras historias no sólo influyen en nuestra forma de ver la vida, sino también en el «mundo real» -en este caso, ¡curando una situación que ya había sucedido!
Siempre podemos crear una historia mítica en torno a nuestro viaje, una historia que nos ayude a crecer, a aprender y a curarnos. A fin de cuentas, es posible que no podamos alterar las manchas en una radiografía, pero sí curar nuestra alma y comenzar a educarnos por fin en las lecciones que hemos venido a aprender en este mundo. Nuestra lección puede ser ir más despacio y apreciar a las personas que nos rodean, dejar de aferrarnos a una existencia que hemos vivido como sonámbulos porque creímos que debíamos vivir nuestras vidas de una cierta forma; o, desde la perspectiva del colibrí, estas manchas pueden ser una llamada de advertencia para que hagamos los cambios que hemos estado evitando.
Hemos creado grandes historias en torno al cáncer, el sida y otras enfermedades, pero no en torno a otras dolencias. Si el médico nos dice que tenemos un parásito, por ejemplo, la mayoría de nosotros no se pone a pensar en los millones de personas alrededor del mundo que mueren a causa de infecciones producidas por parásitos ni comienza a angustiarse con la idea de que va a morir. No hemos construido ninguna historia alrededor de esta enfermedad, aunque a menudo resulta ser fatal. Esto es en parte porque existe poco interés comercial o monetario en perpetuar estas historias. El tratamiento de las infecciones producidas por parásitos, aunque afectan a alrededor de dos mil millones de personas en todo el planeta, no es un gran negocio para las grandes compañías farmacéuticas, a diferencia del cáncer, el colesterol y las enfermedades cardíacas. Las historias de miedo ayudan a vender medicamentos.
Cuando no juzgas la enfermedad ni te dejas dominar por el miedo de que vas a morir, es más fácil que puedas percibirla desde un nivel más elevado y escribir una historia mítica. De modo que si tienes un parásito, podrás reconocerlo como la manifestación literal de la ira tóxica de otras personas que tú has interiorizado. Alternativamente, podrías descubrir que te has desviado de tu camino y que estás viviendo una vida que es venenosa para ti.
Cuando practicamos el no juzgar, ya no padecemos enfermedades –tenemos oportunidades para la curación y el crecimiento-. Ya no sufrimos traumas pasados –tenemos acontecimientos que han moldeado nuestra personalidad-. No rechazamos los hechos –nos oponemos a la interpretación negativa de estos hechos y a la historia traumática que nos sentimos tentados a tejer en torno a ellos. Entonces creamos una historia de fuerza y compasión basada en estos hechos.
La revelación 1 se llama el camino del héroe porque los chamanes y curanderos más eficaces reconocen que ellos también han sido profundamente heridos en el pasado, y que a raíz de su curación han desarrollado una fuerte compasión por los que sufren. Con el tiempo, sus heridas se convirtieron en dones que les permitieron sentir más profundamente las cosas y mostrar más compasión por los demás. En otras palabras, ¿quién mejor para ayudar a un alcohólico que alguien que está en recuperación, que reconoce las mentiras que el alcohólico se dice a sí mismo y que conoce el coraje que hace falta para superar esta adicción? ¿Quién mejor para auxiliar a un hosco y colérico adolescente que un adulto cuya adolescencia estuvo marcada por la rebeldía, el resentimiento y la inseguridad, pero que ha conseguido curarse a sí mismo? Cuando alguien ya ha pasado por esas experiencias, es más fácil desprenderse de los juicios y calificaciones, y centrarse en la curación.
Tomado del Libro Las Cuatro Revelaciones del Dr. Alberto Villoldo, esta práctica forma parte de la primera revelación.
domingo, 30 de septiembre de 2012
Sánate a Ti Mismo
No corras desatinadamente intentando sanar a todos tus amigos.
Haz tu propio trabajo mental y sánate a ti mismo.
Eso sera mas benéfico que ninguna otra cosa para quienes te rodean.
No podemos hacer que los demás cambien.
Solo podemos ofrecerles una atmósfera mental positiva
donde tengan la posibilidad de cambiar
si lo desean.
No es posible hacer el trabajo por otra persona,
ni tampoco podemos imponerselo.
Cada persona esta aquí para aprender sus propias lecciones,
y no les servirá de nada que se las demos resueltas,
porque tiene que pasar personalmente
por el proceso vital necesario para aprenderlas.
Lo único que podemos hacer por los demás es amarlos
y dejar que sean quienes son,
saber que su verdad esta dentro de ellos,
y que cambiaran cuando quieran hacerlo.
-Louise L. Hay
Basado en el best-seller Ud. Puedes Sanar Su Vida y el Manual de Ejercicios
Ámate a Ti Mismo, Cambiaras Tu Vida, ambos por Louise L. Hay
domingo, 9 de septiembre de 2012
Agresión
"Cada agresión que recibas, mírala como una petición de Amor y respóndele con el lenguaje del Amor. Porque cada vez que respondas con ataque, te estás atacando a ti mismo."
M. Ghandi
viernes, 31 de agosto de 2012
Un Poquito de ternura, por favor...
No importa qué cualidades sicológicas pueda tener una persona, un corazón abierto siempre es tierno. Esa ternura puede encontrar su expresión en una mirada, en un gesto, en el tono de la voz y hasta en un silencio. La vida moderna, con sus prisas y su atención puesta en la producción y obtención de bienes materiales nos aleja del sentir del corazón y nos da la impresión de que la ternura se ausentó de nuestras vidas. Sin embargo, el amor habita el corazón humano que sigue siendo bueno.
Cuando no hay ternura tendemos a ser ásperos. Parece que en vez de piel tenemos una lija, nos herimos cada vez que nos tocamos y sufrimos porque maltratamos a aquellos a quienes queremos. Soy de las que piensa que no hay paz en el mundo porque no hay paz en los hogares. Y es allí en donde puede florecer la ternura y desde donde puede expandirse hacia el mundo. No hay otro camino.
Cuando el sentimiento que une a los seres proviene del mundo de deseos, se demuestra como afecto. Y el afecto nos afecta imponiéndonos obligaciones y haciéndonos esperar siempre algo a cambio. El Maestro D.K. lo define como el espejismo del sentimiento que hunde a mucha gente buena en las brumas del plano astral. Pero cuando el amor proviene del alma no impone condiciones, es una corriente de vida abundante, como un manantial que enriquece todo lo que toca, que nunca aprisiona y en su núcleo es pura ternura.
Miremos más de cerca nuestras relaciones cotidianas y si encontramos asperezas, trabajemos arduamente para cambiarlas. Cada relación áspera es una fuente de dolor y un contaminante del ambiente psicológico del lugar donde se expresa. Deja que la energía del corazón fluya a torrentes convertida en ternura, y envuelve con ella a tu familia, a la del vecino, a la comunidad, a la nación, al planeta. No le añadas al mundo más asperezas de las que ya contiene. La transformación mundial depende de la transformación de cada uno de nosotros.
¿Me podrías dar un poquito de ternura, por favor? Si estuviéramos más atentos podríamos leer esa petición en la mirada de nuestros hijos, hijas, esposos, esposas, madres, padres, seres queridos…
Se trata de comunicarnos desde lo que somos, desde la fuente misma de vida y conciencia y desde ahí, establecer las relaciones. Las personalidades, cuando están alejadas del alma critican, dividen, reclaman y nunca se satisfacen. El alma comprende, une, se ofrece a sí misma en bien de los demás y se conforma simplemente con amar. La fuente del verdadero amor está dentro de ti, en tu alma, en tu dimensión divina. Conéctate contigo mismo y desde allí derrama todo el amor a aquellos que la vida ha puesto a tu lado.
Hay un sinsentido que agobia a gran parte de la población que busca llenar su vacío existencial con cosas. Por más que el humano quiera encontrar en el tener su sentido de vivir, no lo logrará, simplemente porque ahí no está. Por más que compremos y tengamos cosas y cosas, el sentido de la vida está en el amor. Y el amor es dar y darse en bien de los demás.
Si podemos compartir la mesa, el dolor, los problemas, la alegría, nos sentimos contenidos y esa contención es el regalo más grande que podemos recibir y darle a nuestros seres queridos. Esa contención nos da la fuerza para afrontar los retos con entereza, solucionar los solucionables y crecer sobre aquellos que no podemos cambiar.
Perdonemos sin juzgar, como nos enseñó el Maestro Jesús. El perdón aflora natural cuando nos damos permiso, unos a otros, para equivocarnos. Cuando reconocemos que el hermano, la hermana hace lo mejor que le sale y si le sale mal es probable que sufra. ¿Cómo castigarlo, entonces, con un juicio, resentimiento, crítica, enojo? Si no aprendemos a vivir perdonándonos unos a otros, ¿cómo pretender que los pueblos se perdonen, que las naciones se perdonen y curen sus heridas?
La varita mágica que transformará este mundo está en el corazón, en ese núcleo de luz que todos tenemos dentro, en donde habita la Llama del Espíritu, ese pedacito de Dios que todos compartimos. Permite que aflore y colore tus actividades diarias. No tienes que esforzarte, porque sale natural cuando das de aquello que tienes adentro, cuando te das a ti mismo, cuando te ofreces. ¿Qué otra cosa, realmente, puedes dar?
Una sonrisa a tiempo, una mirada de amor, un “estoy contigo”, una comprensión ante los errores cometidos y la vida se enriquece, porque le permites que exprese plenamente su esencia que es el amor y su lenguaje, la ternura.
La nueva civilización que todos esperamos tendrá una cultura, la cultura del alma, que es la cultura del amor, que es la cultura de la paz. Su dirección es la unidad, la cooperación, la solidaridad, la hermandad. Ése es nuestro destino, o no tendremos destino, porque el propósito de este mundo es expresar la divinidad en la dimensión material y nuestro Dios es un Dios de Amor.
¿Podrías darle a la vida un poquito de ternura? El Dios del Universo te lo agradecerá porque cuando eres tierno, es Dios mismo, que a través de ti, expresa Su Amor.
Desde las profundidades del alma,
Carmen Santiago
"La espiritualidad no se limita a los ejercicios denominados espirituales: la meditación, la oración… En realidad, cualquier actividad de la vida cotidiana puede ser espiritualizada si se sabe introducir en ella un elemento divino. Y a la inversa, la oración, la meditación o toda otra actividad llamada «espiritual», puede convertirse extremadamente prosaica si no está animada, sostenida por una idea sublime, un ideal superior.
La espiritualidad no consiste en descuidar o menospreciar el mundo material, sino en esforzarnos siempre en actuar con la luz y para la luz. Sólo con esta condición, incluso la actividad más ordinaria puede servir para elevarnos, para armonizarnos, para unirnos al mundo divino."
Omraam Mikhaël Aïvanhov
domingo, 15 de julio de 2012
El Amor sin Apego te Devuelve la Felicidad
La mayor parte del tiempo nos dejamos llevar por el pensamiento,
reflexionando sobre las cosas en un monólogo que generalmente,
nos aleja del silencio, la paz, la claridad,
que es realmente la naturaleza de la mente.
La felicidad es precisamente el no pensamiento.
En cualquier momento de felicidad que tengas,
observarás que no hay pensamientos.
Sin embargo siempre estamos buscando la felicidad a través del pensamiento,
buscamos razones, técnicas o estrategias para ser feliz.
Cuando, en realidad, para ser feliz sólo necesitamos acallar el pensamiento y abrirnos.
Imagen Paco Alonso
¿Cuales son los principales enemigos de la felicidad?
Básicamente, la ignorancia.
Especialmente, esa ignorancia de no saber que no sabes.
Creer que sabes todo lo que hay que saber,
te hace mantenerte en tu postura y repetir errores.
Repetir situaciones que te conducen a la infelicidad.
Actitudes dirigidas por el miedo, el enfado, el apego, la confusión...
¿Como afrontar la ignorancia?
El primer paso es reconocerla. Decir: no sé nada.
Eso te mantiene abierto a aprender.
Lo que pasa es que mucha gente no puede aceptar esa incertidumbre,
necesita respuestas rápidas, ya; y, si no, se llena de ansiedad,
y para evitarlo se inventa las respuestas.
Cualquier respuesta que le funcione durante un tiempo,
que calme su angustia.
¿Como afrontar el miedo?
El miedo aparece precisamente por la ignorancia y porque no la aceptamos.
Nos aterra lo que no sabemos.
Por eso, el mejor antídoto del miedo es la aceptación.
El miedo es resistencia a lo desconocido, y,
a veces, resistencia a lo conocido también.
¿Como afrontar el enfado?
La mejor medicina contra el enfado es el amor.
Cuando una persona está enfadada con alguien,
todo en esa persona lo ve mal, feo, criticable.
Y, por extensión, se enfada con el mundo,
que es feo y criticable también.
Entonces hay que practicar el amor;
meditar en el amor y después practicarlo hacia la vida.
¿Como afrontar el apego?
De la misma manera que el enfado. Con el amor.
En castellano decimos "te quiero",
y en ese concepto está intrínseco el apego, la propiedad.
Sustituye la palabra "amor" por "dar".
Cuando digas "yo te amo" piensa en "yo te doy".
Practica el dar más que el controlar.
Deja a un lado las espectativas y las exigencias.
Ama con libertad. A las personas, las cosas,
las situaciones que más te gustan de la vida.
Entrégate a la experiencia, disfrútala, pero no quieras retenerla.
El mejor antídoto del apego es el amor;
y, sin embargo, cometemos el gran error
de identificarlos y nos convencemos de que cuanto más apego hay
(celos, posesión, exclusividad, exigencias hacia el otro,
control, etc,), mayor es el amor.
¿Como afrontar la confusión y la ignorancia?
Cuando te sientas demasiado confuso, deja de pensar,
porque pensar en exceso te lleva a más confusión.
Párate un rato,
abandona el tema y dedícate a otra cosa que no requiera más pensamiento.
Al igual que cuando tu cuerpo está cansado le permites descansar,
deja descansar tu mente.
¿Como? Muévete, haz ejercicios físicos, salta,
sal a correr, recreate en la naturaleza...
Y luego retoma el tema otra vez.
"OPTA POR DAR MÁS
QUE POR CONTROLAR.
SI OLVIDAS TUS EXIGENCIAS,
AMARÁS EN LIBERTAD"
Publicado por Paco Alonso en :http://alsoldepacoalonso.blogspot.com.ar/
viernes, 22 de junio de 2012
Lo que Todos Queremos, mes de Cancer
Si somos capaces de escuchar la voz que surge del trasfondo de las crisis, ya sean personales, nacionales o internacionales, escucharemos el mismo anhelo: “queremos vivir en paz, queremos ser felices, queremos armonía, queremos que se respeten los derechos humanos…”
¿Cómo puede ser que un deseo tan básico y común pueda ser tan elusivo, que si todos queremos lo mismo, no lo hayamos podido conseguir? Creo que el drama de nuestra humanidad radica en que buscamos solucionar los problemas con la creencia inadecuada, la misma que los ocasionó, la que piensa que las cosas se resuelven cuando unos ganan y otros pierden, la que divide a la humanidad en dos bandos: los buenos y los malos, y hasta la vida más allá de la muerte en cielo e infierno. Las instituciones por las cuales administramos la vida en el planeta están modeladas de acuerdo a este viejo paradigma. ¿Cómo pueden surgir las correctas relaciones fuera de su contexto natural que es el hecho de que todos somos hermanos con los mismo derechos y obligaciones? No lo creo posible.
La fraternidad se asienta en la esencia misma del ser. Y cuando nos dividimos entre buenos y malos, cultos e incultos, desarrollados y subdesarrollados, lo único que estamos haciendo es agravar el problema.
Dentro del contexto de la cultura de la competencia, no creo que podamos encontrar las soluciones a los problemas que hoy enfrenta la humanidad. Nunca entendí el porqué cuando a una persona se le presta dinero y no puede pagar, en vez de ayudarla, se le cobran más intereses disminuyendo las posibilidades para que cumpla con su compromiso. Esto es igual a cuando una persona que se está hundiendo en el mar, en vez de darle un flotador le tiramos una piedra... ¡se va a hundir más rápido! Cuando esto se hace con las naciones, obligándolas a pagar deudas que son impagables debido a los intereses acumulados, aumentándoles la deuda, aplicando más intereses y condenando a gran parte de sus habitantes al hambre y la miseria, ¿acaso no es un acto criminal?
Entonces pienso que lo que tenemos que cambiar está en la mente. Y ahí, todos tenemos poder. La Era de Acuario nos pide un cambio de creencias, de cultura, de forma de vivir, porque la administración de la vida como la tenemos no responde a lo que queremos. Hemos desarrollado la capacidad de destruir la Tierra, ¡con todas sus bellezas y sus riquezas! Somos como el necio que, sentado sobre una hermosa rama, la corta; sin darse cuenta que caerá al abismo con ella. Buscamos la paz, hablamos de la paz, la idealizamos pero cuando consideramos aceptables medidas que no contemplan el derecho de comer de los pueblos, sembramos las semillas de la guerra. Y seguimos tan campantes, sin considerar que el problema está en el sistema que hemos creado para administrar la vida, hasta que la crisis planetaria nos afecte personalmente y la veamos cara a cara, o... de repente... por la luz que hoy llega a raudales, descubramos que somos hermanos y se produzca un verdadero cambio en la conciencia.
Y ese descubrimiento es el más importante que nos toca hacer. Y aunque es un hecho conocido y aceptado a nivel intelectual por casi toda la humanidad, no se ha convertido en conocimiento verdadero porque no lo tenemos incorporado a nuestra conducta. Cristo nos enseñó que todos somos hermanos, todos hijos de un mismo Padre, y nos dejó la regla de oro de la conducta humana que esta escrita en uno de los muros de las Naciones Unidas, "no le hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti." Así está la clave. Es tan sencilla, es hermoso recitarla, pero si no se expresa a través de la conducta, somos loros que repiten y repiten y no sabed de qué hablan.
Hay que tener en cuenta que hace sólo 67 años que, con la fundación de las Naciones Unidas, hemos declarado que la guerra no nos sirve, que queremos vivir en un mundo de paz. Y, ¿cuántos miles de años llevamos en el planeta resolviendo los problemas con la violencia, con la guerra, con el “yo gano y tú pierdes”? Necesitamos encontrar la zona en nuestra conciencia desde donde surja la buena voluntad como algo natural, porque es lo único capaz de construir una cultura de paz. El reto de nuestro tiempo radica en el descubrimiento de nosotros mismos, de nuestra divinidad esencial, de aquello que nos hace verdaderamente humanos, nuestra Alma Inmortal.
Y ¿cómo encontrarnos a nosotros mismos, cómo descubrirnos? Todas las escuelas espirituales nos enseñan un camino. Te ofrezco el del atajo, el que practico aunque no siempre me sale bien, pero lo hago con empeño porque estoy convencida que es el más rápido, y como la Nueva Era está llegando con toda su luz y su potencia, es mejor apurarse.
Descubrirse uno mismo entraña una de las más grandes paradojas de la vida porque es necesario el olvido de uno mismo. Me preguntarás, ¿cómo me puedo encontrar si me olvido de mí mismo? Porque cuando piensas en ti, te enfocas en tus intereses, en tus deseos personales y te quedas en las zonas que menos reflejan tu verdadera esencia. Allí la visión se nubla por el vapor que producen tus deseos egoístas. Ves muy bien al personaje temporal que te ha tocado jugar en esta vida, su nombre, su profesión, etc., pero no te ves a ti, al hijo de Dios, la conciencia inmortal. Entonces, ¿qué puedes hacer? Aquí hay un truco muy bueno. Como todos somos hermanos y compartimos la misma naturaleza interna – así como la comparten dos gotas de agua del mismo océano - cuando te buscas en tu hermano, te ves mucho mejor, porque al quitar la mirada de tu pequeña persona, ya nada tapa tu verdad interna y puedes verte. A través de la mirada de tu hermano, ves tu divinidad esencial, a través del alma de tu hermano llegas a tu alma. Es un atajo. Se llama el camino del Corazón, porque es el amor el que lo permite. Cuando buscas descubrir lo mejor de los demás, de alguna manera descubres lo mejor de ti. Ama a tu prójimo como a ti mismo.
Cuando descubres tu divinidad esencial, la buena voluntad aflora sin esfuerzos, como el agua del manantial que, fluyendo libre, enriquece todo lo que toca porque el corazón humano es esencialmente bueno. Y la buena voluntad promueve las correctas
relaciones que nos darán el mundo que todos anhelamos. Somos el problema, pero también somos la solución. Construiremos juntos, porque es nuestro destino, un nuevo sistema basado en el respeto, la cooperación, el amor fraternal, las correctas relaciones y la paz, y lo haremos en el auto descubrimiento de nuestra divinidad esencial.
Tú y yo somos Uno. Con el amor de siempre, inmenso, eterno…
Carmen Santiago
viernes, 8 de junio de 2012
Que Seas Tú Mismo
Yo no estoy aquí para convencerte de nada. No estoy aquí por reconocimiento.
No estoy a favor de ningúna práctica ni entretenimiento.
Estoy aquí sólo para servir. Estoy aquí sólo para transmitir mi mensaje: La verdad, la sencillez, el amor y el servicio.
Yo quiero que viajes a través de la luz… QUE SEAS TÚ MISMO.
Ramana Maharashi
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